Dios y la política

Por Redacción UH

Dios y la política

Nicholas Sheehy, LC

Si hay dos temas que caldean las conversaciones, son la política y la religión. Así que un artículo con el título de “Dios y la política” quiere provocar un poco. ¿Es posible mezclar a Dios y la política? ¿A Dios le interesa la política? ¿No hemos sufrido demasiado ya de políticos que usan a “Dios” para empujar sus propias ideologías?  Luego está la gran pregunta si la Iglesia debe de meterse en la política, y de qué forma. Pues hay toda una ideología de separación de Iglesia y Estado que permea el pensamiento público. Sin embargo, una y otra vez, vemos a políticos aprovechándose de algún manto religiosos para justificar la propia posición y lanzarse al poder.

“No hay autoridad que no venga de Dios, y las que hay, por él han sido establecidos”. (Carta de San Pablo a los Romanos, 13,1) Este versículo de la Biblia ha servido siempre como base del interés de la Iglesia en la vida pública. Ha aconsejado a reyes e imperadores, presidentes y primeros ministros, y en algún u otro momento incluso a dictadores y demagogos.

Entonces, ¿la Iglesia está buscando un poder temporal y no le importa los medios para alcanzarlo? Realmente, no es el caso. A lo largo de los siglos hay una doctrina que va proponiendo y que ve a la política como algo que debe servir al hombre. La Iglesia ve a la política para velar por los derechos del hombre, pues está creado a la imagen y semejanza de Dios y merece un trato digno de su origen.

En el 2002, la Congregación por la Doctrina de la Fe (encabezada en aquel entonces por el Cardenal Joseph Ratzinger, luego Papa Benedicto XVI) sacó una nota sobre “algunas cuestiones relativas al compromiso y la conducta de los católicos en la vida política”. Hay varios puntos que se debe de tomar en cuenta para participar en la vida política.

  1. Participación en la vida política

Esta nota solo recoge doctrina ya existente, y hace notar una doctrina del Concilio Vaticano II que los católicos deben de participar en la vida política de la sociedad. (Apostolicam actuositatem 7, Lumen Gentium 36, Gaudium et Spes 31 y 43) No es una opción, sino algo que pertenece a la misma esencia del ser cristiano. El hombre cristiano participa en la vida política porque debe participar en la acción económica, social, legislativa, administrativa y cultural para promover de forma orgánica e institucional el bien común.

  1. Respetar la ética

Se puede notar una gran tendencia a promover el supuesto valor de la “tolerancia”. Un relativismo cultural ha permeado la sociedad, haciendo pensar que todas las formas de pensar los temas éticos tienen el mismo valor. Viene bajo el nombre de “pluralismo ético”. No hay forma de imponer la propia ideología, porque simplemente carece de valor fundamental. La nota propone que hay que someter la política a la correcta “concepción del hombre, del bien común y del Estado”. (“Nota sobre algunas cuestiones relativas al compromiso y la conducta de los católicos en la vida política”, 2)

  1. Libertad política

La libertad política se basa en la variedad de soluciones que se pueden proponer para los problemas sociales, no en una idea relativista que no permite la existencia de una verdadera ética. “No es tarea de la Iglesia formular soluciones concretas – y menos todavía soluciones únicas – para cuestiones temporales, que Dios ha dejado al juicio libre y responsable de cada uno”. (“Nota… 3) La Iglesia tiene una actitud fundamental de respeto hacia los individuos en su vivencia de la experiencia política. Al mismo tiempo, la Iglesia tiene el derecho e incluso el deber de pronunciarse sobre realidades de la sociedad cuando tocan la fe y la ley moral. Así que no es que la Iglesia trata de inmiscuirse en los temas temporales, sino que está vigilando el depósito de la fe, como le viene encargado del Señor. (cfr. Mateo 16, 19)

  1. Pluralidad política

Como es tan vasto el mundo político y hay diversas estrategias para llevar a cabo la defensa de algún valor incluso dentro de la moralidad, hay también la posibilidad de varias soluciones al mismo problema. Por eso, es legítimo e incluso deseable que haya una variedad o pluralidad de partidos políticos en que puedan participar los católicos. Esto no es igual a decir que todos los partidos tienen el mismo valor, ni que el católico puede participar en cualquier partido. Pero sería equivocado pensar que en un país exista un solo partido en que puede participar el católico quien quiera respetar la propia conciencia. Recordando el principio de la libertad política, esta pluralidad política no debe de confundirse con un pluralismo ético, que nunca puede aceptarse.

  1. La persona al centro

Es esencial recordar siempre la centralidad de la persona en el debate y actuar político. Los avances de la ciencia son muy buenas, y en la política debe de tomarse en cuenta el gran valor que presentan, siempre y cuando respetan los derechos fundamentales de cada individuo. No se puede crear ciudadanos de segunda clase, cuya existencia viene reducida a servir como rata de laboratorio o como simple proveedor de materia prima para el bienestar de otros miembros de la sociedad. De ahí viene la importancia de evitar el uso de embriones para fines de investigación científica. Tener el principio de la persona al centro ayuda a que la política no pierda su lado humano.

  1. Exigencias éticas fundamentales e irrenunciables

Hay normas éticas que se tienen que seguir en toda circunstancia y sin excepción. Ninguna política puede eximirse de estas exigencias. La Iglesia nota particularmente el derecho a la vida. Así que en la política, debe de hacer todo lo posible para defender la vida y cambiar o mejorar las leyes para proteger la vida siempre.

  1. Bien común

La Iglesia ha de velar siempre por el bien común, como también es deber de los gobernantes de un país. Introducir un laicismo – evitando la intervención de cualquier religión – sería un error por confundir la libertad de conciencia con la a-confesionalidad. El bien común consiste en el bien general de la sociedad, viendo los servicios que debe de dar para el desarrollo integral de cada persona.

Conclusión

La conciencia guía a cada persona en su participación en la vida política. Para el católico, esta consciencia debe de venir iluminada por la fe y los principios morales de una ética bien fundada. Debe defender y promulgar siempre la verdad. Así cumple con sus deberes de ciudadanos y ayuda a promover la venida del Reino de Dios a la tierra.

El P. Nicholas Sheehy, L.C. es sacerdote católico, miembro de la Congregación de los Legionarios de Cristo. Desde el 2013 está a cargo del Club Eagles, centro de formación juvenil, en San Salvador. Con jóvenes y adolescentes, impulsa temas de formación de valores y servicio a los más necesitados.