Por: Geovani Galeas
En días recientes, Carlos Calleja, su compañera de fórmula, Carmen Aida lazo, se han visto en apuros al ser preguntados sobre las graves acusaciones que pesan sobre Roberto d´Aubuisson, fundador y máximo referente histórico del partido ARENA.
Tales acusaciones tienen que ver con dos hechos relacionados: la fundación y jefatura de los sanguinarios escuadrones de la muerte: responsables de decenas de miles de crímenes horrendos, y el asesinato de Monseñor Romero.
La Comisión de la Verdad, conformada por la Organización de Naciones Unidas para investigar las más graves violaciones a los derechos humanos durante la guerra civil en nuestro país, vinculó a Roberto d’Aubuisson con esos dos hechos. Del informe de esa Comisión, alegar con más o menos razón que no fue completo ni balanceado, yo mismo lo he dicho, pero en ningún caso puede afirmarse que constituye una simple especulación.
No fue completo ni balanceado porque, por ejemplo, si bien señaló puntualmente todas las atrocidades cometidas por la Fuerza Armada, no estableció responsabilidades por la masacre de la zona Rosa ni por la matanza de más de mil combatientes considerados traidores por parte organizaciones del FMLN, o porque en el caso de los asesinatos de alcalde, que fueron perpetrados por todas las organizaciones de la guerrilla, solo sancionó a una de ellas.
Pero Carlos Calleja afirmó que los vínculos de Roberto d’Áubuisson con el asesinato de Monseñor Romero solo eran una especulación, mientras que, por su parte, Carmen Aída Lazo dio mil vueltas evasivas para concluir que ella no sabía si el informe de la Comisión de la Verdad de la ONU estaba validado por las instancias nacionales correspondientes.
Un candidato presidencial no puede afirmar, sin menoscabo de su credibilidad, que un informe oficial de una comisión de la ONU constituye un simple rumor. De igual manera, su compañera de fórmula no puede alegar, sin mostrar una crasa ignorancia de la historia de su propio país, que dicho informe no estaba supeditado a validación nacional alguna.
Pero, en relación a este tema, la cosa es aún más grave para Carlos Calleja y Carmen Aída Lazo, puesto Roberto d’Aubuisson solo fue una de las piezas, y ni siquiera la más decisiva en la operación de los escuadrones de la muerte y en el magnicidio de monseñor Romero.
Individualizar en Roberto d’Aubuisson las responsabilidades por esos crímenes de lesa humanidad, como lo he venido sosteniendo, solo contribuye a ocultar la culpabilidad de sus jefes y financistas.
Hubo escuadrones de la muerte antes y después de d’Aubuisson, y no fueron una creación suya ni fuel él su jefe supremo. Esos escuadrones sanguinarios fueron una creación de la derecha oligárquica y de los gobiernos militares del PCN (el partido de Carmen Aída Lazo) que le eran funcionales.
Esos escuadrones estaban dirigidos desde la Agencia Nacional de Seguridad (ANSESAL) y desde la Organización Democrática Nacionalista8 ORDEN) que tenían su centro de mando en Casa Presidencial, y estaban conformados básicamente por agentes y oficiales de la Guardia Nacional y de la Policía Nacional. Era una Operación de Estado en los gobiernos de derecha del PCN y de sus financista.
El golpe de Estado de 1979 desarticuló a esa derecha oligárquica temporalmente, y fue de la reunificación de esa misma derecha y de sus mismos financistas que surgió el partido ARENA. Esa es la derecha a la que Carlos Calleja y Carmen Aída lazó representan como candidatos.
Cito ahora algunas de las informaciones que sustentan mi afirmación.
Una guerra sucia en nombre de la libertad, publicado por Craig Pyes en el Albuquerque Journal en 1983:
“Después del golpe de Estado (de 1979) se ordenó la disolución de ORDEN y ANSESAL. La reconstrucción de ese aparato de espionaje y la utilización de sus archivos para ubicar a los opositores se convirtió en el principal objetivo del movimiento nacionalista de Roberto d’Aubuisson. Este se robó una parte de los expedientes, que sirvieron de base para orientar la actividad de los escuadrones de la muerte”.
En el libro Tiempos de locura, de Rafael Menjivar Ochoa, publicado en 2006, el coronel Reynaldo López Nuila, director de la Policía Nacional en los años ochenta, afirma lo siguiente:
“Los terratenientes necesitaban que les cuidaran sus haciendas, y lo que hacían era pagar el sueldo de guardias que nosotros entrenábamos. Les entregábamos un fusil y estaban bajo la disciplina de nosotros, pero sin un sueldo de la guardia. Actuaban a su arbitrio, y eran el foco de represión contra el campesino. Al campesino que protestaba el terrateniente le ponía el dedo, y ellos obedecían más al terrateniente que les pagaba que a la dirección de la Guardia Nacional. Eso fue un vicio que se generalizó en el país”.
Atrás de los escuadrones de la muerte. Publicado por The Progressive en 1984 por Allan Nairn:
“Funcionarios norteamericanos que buscan quitarle responsabilidad al gobierno salvadoreño por los escuadrones de la muerte, han promovido la idea equivocada de que esos escuadrones es el instrumento personal de un individuo diabólico llamado Roberto d’Aubuisson”
Efectivamente, Roberto d’Aubuisson solo fue una pieza más del engranaje criminal. Los responsables máximos de las atrocidades fueron sus jefes políticos y militares de los gobiernos del PCN y sus financistas oligárquicos, que son los mismos financistas de ARENA.