Me llamo Christian Guevara. Y sí, yo voté por el PCN. Nunca pensé hacerlo en mi vida pero lo hice. Voté por Cristina López y por Hilda Jiménez, la mamá de Kathya Miranda. Mi cerebro decía que era imposible, pero mi corazón me decía que había que intentarlo. Le hice caso al corazón.
Por Hilda Jiménez, pensé, porque eso iba significar un nuevo aire a no dejar en la impunidad el atroz crimen de su hija. Un crimen que por 20 años hemos cargado como sociedad, un monumento a la impunidad que debemos de aclarar para volver a tener un mísero atisbo de confianza otra vez en el Sistema Judicial.
Por Cristina López, pensé, iba significar darle mi voto a una mujer, humilde, víctima de la falta de apoyo del Estado a todos los que intentan superarse y que representaba todos los valores del deporte. Alguien que le había dado una medalla de Oro de El Salvador y puesto en alto al país.
Ayer, Cristina López volvió a machacarme mi error de haber votado por ella, por los mismos de siempre. Se colgó la medalla de Oro de la impunidad, de la desfachatez y le puso cierre a su carrera con una maratón de delitos.
No sólo admitió que cobró 8 meses sin hacer nada, estando en otro país (que espero que la deporten), sino también admitió que era parte de la fábrica de empleos, cómplice de asesinato porque no denunció a presuntos autores materiales o intelectuales de un homicidio y de un grave delito de corrupción y de falsedad ideológica, si alguien le falsificó su sello y nunca fue a la Fiscalía a presentar pruebas.
Aparte, ni por asomo, dijo que va devolver lo robado. Lo único que hizo fue tratar de justificarse enlodando en el estiércol en el que está rodeada a quien pudo.
Su vida no peligra, lo que sabe que peligra es su libertad al enfrentarse a su proceso por corrupción y desfalco, y por tantos otros delitos que admitió ayer. Tampoco le es permitido decir que es víctima por ser mujer, porque lo único que hizo ayer fue tirar por el suelo el esfuerzo de muchas mujeres que sí tratan de dignificar la política.
Por cierto, les recuerdo que su participación más destacada como legisladora fue denunciar a su “asistente” por amenazas dentro de la Asamblea. “Asistente” que era su pareja, que ella contrató en otro caso de nepotismo, al que los salvadoreños le pagamos su sueldo y que, después, por problemas sentimentales, le dio otro matiz y quiso asumir el papel de víctima. Tres años para que su legislatura quedara resumida a un problema de colchas.
Que Cristina no nos pida que nos pongamos en sus zapatos. Que lo único que ha dejado en claro es que la Asamblea es una fábrica de empleos, de nepotismo, de corrupción y que debe de ser saneada de tajo en el 2021 con una renovación total. Que ella no nos pida que nos pongamos en sus zapatos, porque la mayoría de nosotros trabajamos duro para ganar nuestros salarios.
Que mi error de votar por Cristina les sirva de ejemplo para recordarles porque nunca, nunca, hay que votar por los partidos que le dan cobijo a diputados como Raúl Beltrán, Velásquez Parker, Emilio Coreas, Shafick Hándal, jr., Reynaldo Cardoza, Nidia Díaz, Rodolfo Parker, entre otros. Me imagino que los que votaron por Funes me comprenderán.