250 mil salvadoreños, y sus familias en Estados Unidos y las de El Salvador, respiraron aliviados la semana pasada, cuando el gobierno de Trump anunció que se mantendrá el TPS a nuestros compatriotas al menos un año más, mientras se decide judicialmente una demanda en California. Estados Unidos ha empezado a ver en Nayib Bukele un aliado en Latinoamérica, y especialmente en la crucial zona del Triángulo Norte de Centroamérica.
No es de extrañar que John Bolton, asesor de seguridad en el gobierno de Donald Trump y uno de los pesos pesados en su gabinete, haya calificado de “triunfo histórico” la llegada de Bukele a la presidencia y haya sido uno de los primeros en tener una llamada con el Presidente Electo, donde hablaron de las relaciones entre ambos países, y sobre todo de la posición de El Salvador con países como China Continental y Venezuela. La reunión con Bolton, es una más de las muchas reuniones que ha tenido Bukele con los representantes de Washington: Primero con la embajadora Jean Manes, luego con una delegación del congreso encabezada por el senador Tom Porter, etc.
Bukele ha sido pragmático, como lo debe de ser un presidente para bien de El Salvador. Se ha acercado a Washington y ha dejado en la lista de espera a gobiernos dictatoriales como los de Maduro en Venezuela y los de Ortega en Nicaragua, los tradicionales aliados del FMLN y cuyas relaciones en estos años no han dejado mayor beneficio para el país, aunque sí para los dirigentes del Frente.
Bukele ha sido claro y ha apostado por la defensa de la democracia. Sin ambagajes.
Las primeras acciones del Presidente Electo han sido las más acertadas para los salvadoreños. Se ha ganado la confianza del gobierno estadounidense, por primera vez se han buscando inversiones en Oriente Medio y logró abrir la puerta de la confianza con los organismos internacionales.
Ya Qatar, el principal emirato petrolero en Oriente, estudia no sólo invertir en El Salvador, sino que el país sea “la puerta para los negocios en Latinoamérica”. Esa inyección de capital fresco podría cambiar para bien la cara del país frente a los inversionistas extranjeros, dinamizar la economía y crear fuente de empleo. Hasta ahora, la única inversión que entraba al país era de aquellos que veían a los salvadoreños como una mano de obra barata.
En resumen, Bukele está logrando, sin asumir aún, cambiar la cara del país.