Julián nos hizo padres por segunda vez en diciembre del año pasado. Estábamos felices con nuestro nuevo hijo. Pero apenas, veinte días después de nacer, supimos que Julián tenía un cáncer de hueso en una de sus piernas, un fibrosarcoma infantil muy raro con posibilidades de metástasis en uno de sus pulmones, y sentimos que el mundo a nuestros pies se venía abajo, que se desmoronaba en un espantoso abismo.
Creemos que saber que uno, o un pariente cercano, o incluso un amigo que se quiere mucho, tiene cáncer es una noticia aterradora, pero saber que era Julián, nuestro hijo recién nacido, era algo que jamás nos imaginamos. Era un golpe duro. Lo peor es la pregunta de porqué a mí, porqué a nosotros, ¿será un castigo por algo que hemos hecho? Siempre pensamos que esas cosas les pasan a otras personas, pero que nunca nos puede pasar a nosotros. Pero en estos casi diez meses hemos aprendido que nada pasa por casualidad y de que nunca fue un castigo, sino la oportunidad de buscar a Dios.
No fue casualidad que desde el primer instante pensáramos en Monseñor Romero como nuestra luz en esos días obscuros. Me acuerdo que, en mi inmenso dolor, tuve pensamientos horribles como decir que no iba a querer a ese bebé, para no sufrir tanto si llegaba a pasar algo, pero en ese mismo momento recibí una luz, un pensamiento, una sensación de alivio, una respuesta a nuestro dolor y le pedí a Dios no que la enfermedad desapareciera, sino que le pedí que Julián fuera tan valiente y fuerte como San Romero de América para que soportara el tratamiento.
Y Dios nos los cumplió. Julián resultó ser un bebé extremadamente valiente que soportó muchas veces los pinchazos y que, después de sus exámenes y la anestesia, siempre despertaba con una enorme sonrisa. Siempre se despertó viéndonos con amor a mi esposa y a mí y riéndose con las enfermeras que lo rodeaban.
En unas horas, Monseñor Romero será Santo y Julián ya es otro de sus milagros, porque sólo nos queda otra consulta en 2 semanas para que le den el “alta” de su tratamiento. En menos de diez meses, Julián venció su cáncer, nunca hubo metástasis en los pulmones, el tumor se hizo tan pequeño que finalmente se encapsulsó y murió, se lo extranjeron sin problemas y, a pesar de casi 10 meses de tomar medicinas, es un bebé hermoso, sano, sin problemas. Nadie que ve a Julián piensa que es un bebé que ha pasado por tanto en tan poco.
Dios y San Romero estuvieron presentes en todo. No fue suerte de que la doctora que nos dio la biopsia conocía de un estudio que buscaba a pacientes con un cáncer como el de Julián, un cáncer bastante raro. Ese estudio nos permitió que a Julián lo trataran de los mejores médicos en California, en los mejores hospitales y con una medicina de última generación. No fue suerte, porque el caso de Julián evolucionó tan bien que ha sido escogido como uno de las casos que presentarán ante la FDA y tal vez aprueben esa medicina y más gente en el mundo pueda combatir esa enfermedad tan terrible. Monseñor Romero nos ayudó con Julián pero ahora Julián a sus diez meses ya ha ayudado a muchísimas personas en el futuro.
No fue suerte tampoco de que Julián le extirparan su tumor en menos de ochos meses. Lo logramos porque nos unimos como familias, tanto la de mi esposa como la mía, porque recibió el amor de su hermana Belén todo este tiempo, porque nos puso el mejor doctor en nuestro camino y, sobre todo, porque sintió el amor y el apoyo de una gran cantidad de personas a las que tenemos la dicha de llamar amigos. Amigos que todas las semanas nos preguntaban en qué podían ayudar, que preguntaban por la salud de Julián y que nos regalaron sus oraciones, pensamientos y buenas vibras. Compañeros de trabajo que nos han apoyado en estos continuos viajes. Y también a todos aquellos que aparte de su cariño, también nos apoyaron económicamente. Al final, una genkidama enorme de amor de la que se nutrió Julián y de la que ustedes fueron parte. San Romero también fue el genésis de esa enorme unión de familia y amistad
Julián ahora ya no tiene cáncer y todos los doctores nos dicen que los pronósticos son positivos para el futuro, que la enfermedad tal vez no regrese nunca. Tenemos plena confianza en Dios que así será y que, si regresa, San Romero estará otra vez ahí para guiarnos en ese camino. No le tenemos miedo al futuro, sino que nos genera esperanza ahora.
Estamos seguros de que suerte es una palabra muy pequeña y que tal vez milagro sea una palabra muy grande. Pero no dudamos que en estos meses conocimos el significado de la palabra bendición: tenemos la enorme bendición de tener a Julián, de tener médicos que lo curaran, de tener una familia unida que nunca nos abandonó y de tener amigos que siempre nos apoyaron.
Pero sobre todo, la bendición de que Julián haya sido tan valiente como San Romero de América. En unas horas un humilde sacerdote de Ciudad Barrios será el primer santo de El Salvador y nuestro bebé el más pequeño de sus milagros.