El presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, presentó su ambicioso plan de reforma fiscal junto con los líderes republicanos del Senado y el Congreso. Busca reducir de forma dramática la carga impositiva a las empresas, del 35% actual al 20%, y simplificar los tramos fiscales para los contribuyentes de siete a tres.
Lo que no explica el documento es cómo se financiarán esos recortes que, de hacerse efectivos, supondrían billones de dólares en pérdidas para el gobierno, un factor que se antoja vital en su difícil camino por las dos cámaras antes de convertirse en ley.
De acuerdo al documento, los tres nuevos tramos impositivos representarían un 12, un 25 y un 35% de los ingresos del contribuyente, casi duplicando la deducción estándar y los créditos a las familias por cada niño.
«La reforma fiscal es la cosa más importante que podemos hacer para devolver la confianza en este país, generar trabajos y prosperidad, y por eso es que estamos tan enfocados en conseguir esto para este año», señaló el líder de los republicanos en el Capitolio, Paul Ryan.
«Recortaremos los impuestos tremendamente para la clase media, no solo un poquito, sino tremendamente», señaló Trump horas antes de que se hiciera público su proyecto.
En primer lugar lo que persigue, es «simplificar el código fiscal» y hacerlo «justo y fácil de entender». En segundo, otorgarle «una subida de sueldo a los trabajadores americanos al permitirles que se queden más de sus cheques ganados con esfuerzo». Y en tercero, convertir América «en el campo magnético de los trabajos a nivel mundial» al otorgar incentivos a los negocios y los trabajadores. Tampoco se olvidan de los «trillones de dólares» que actualmente están en paraísos fiscales «para poder reinvertir en la economía americana» y que esperan recuperar.