Por Geovani Galeas
Ni las patronales ni los partidos ni los gobiernos le han regalado nunca nada a los trabajadores. Cada una de sus conquistas ha sido el fruto de sus propias jornadas de protesta y reivindicación en las calles. Los trabajadores no tendrían hoy ningún derecho si no hubieran luchado ayer, y si no luchan hoy no podrán preservar y ampliar esos derechos.
Cuando el mundo del trabajo no se une para organizar la defensa de sus intereses, el mundo del capital impone su ley. Pero esa ley es la de la máxima ganancia, que puede lograrse de manera más fácil y rápida elevando los precios, precarizando las condiciones laborales y reduciendo los salarios.
Los poseedores del gran capital son muy pocos, pero su poder inmenso, capaz de poner a su servicio instituciones, partidos políticos y gobiernos. De hecho, el control de los organismos financieros internacionales les permite subordinar a los Estados nacionales, estableciendo así una política económica global injusta y excluyente.
Es a ese entramado de voracidad al que el Papa Francisco ha condenado y ha definido como “capitalismo salvaje”.
En este marco general, los trabajadores salvadoreños deben tener muy claro que pueden y deben exigir al gobierno del FMLN, con todo el vigor posible, el cumplimiento de sus promesas de cambio en favor de la mayoría social. Esas demandas y luchas son irrenunciables. Pero asimismo no pueden ni deben equivocarse en la identificación de su adversario histórico verdadero: el gran capital.
Precisamente este primero de mayo se celebra en los albores de un precampaña electoral, en la cual ya resuenan algunos apellidos por parte de la derecha tradicional representada en FUSADES, ANEP y ARENA. Esos apellidos no podrían ser más emblemáticos: Poma, Simán y Calleja, tres familias del gran capital y financistas de ARENA… ¿El interés de quién representan objetivamente estos señores?
El malestar de una parte considerable del movimiento social con la gestión del gobierno del FMLN es evidente, pero no hay que olvidar la sabiduría de aquél viejo refrán popular que dice que no hay que tirar al niño junto al agua sucia de la bañera. Una cosa es el reclamo al amigo, por muy fuerte que sea ese reclamo, y otra cosa es favorecer al adversario.
ARENA es el partido de sus financistas y, en definitiva, su programa se resume en poner al Estado al servicio del gran capital, convirtiendo en negocios privados áreas estratégicas de beneficio público como la salud, la educación, la seguridad, la energía y hasta el agua. En cuanto a los salarios, las condiciones y las garantías laborales, los trabajadores saben que no es muy sensato poner al lobo a cuidar a los corderos.
El problema del FMLN, en relación al mundo del trabajo, no es el programa sino su incumplimiento. Pero esa dificultad no está relacionada solamente a una deficiencia del partido y del gobierno sino, también, a una correlación de fuerza desfavorable. El FMLN está en franca minoría en la Asamblea legislativa, respecto a la derecha en su conjunto, y cercado por los poderes fácticos. Es por tanto un gobierno débil con escasa capacidad de maniobra política.
Esto indica claramente que no basta con ganar una elección. Es necesario además ganar con una mayoría suficiente que permita viabilizar la gobernabilidad y el cumplimiento efectivo del programa propuesto. En este contexto es que el tema de las candidaturas es estratégico: no se trata de que tales candidaturas expresen solamente la conveniencia o el consenso de la dirigencia partidaria, de lo que se trata es de garantizar el respaldo de la mayoría social sumada al partido.
Ni en el mundo ni en América Latina está soplando el viento a favor de los trabajadores. Es tiempo de resistencia y de lucha. Es tiempo de coraje pero sobre todo de inteligencia en la consideración de las opciones. Hoy cualquier error político puede resultar fatal.