El sacerdote jesuita, Rodolfo Cardenal, hizo una análisis de las «oportunidades perdidas» del FMLN y el Gobierno de reafirmarse y recordarle al pueblo que «todavía» tienen políticas que vayan a favor de los más humildes.
Para Cardenal, el 36 aniversario del nacimiento del instituto político debió servir para alejarse de las excusas y los señalamientos a la «oscura Sala de lo Constitucional», a los «embajadores injerencistas» y a la prensa y presentar verdaderas medidas sociales en pro de los salvadoreños.
«El FMLN y su Gobierno pudieron haber hablado de los elementos fundamentales de una política de izquierda. Por ejemplo, pudieron plantear un pacto social y político de mínimos concretos, orientados a facilitar una vida humana. Un acuerdo de esta naturaleza es mucho más ambicioso que el pacto fiscal propuesto. No se trata solo de sanear las finanzas, sino de garantizar a las mayorías la satisfacción de sus necesidades básicas», expuso el religioso.
Aquí el texto completo:
Oportunidad perdida
Por Rodolfo Cardenal, director del Centro Monseñor Romero (UCA)
En la conmemoración del aniversario de la fundación del partido, el FMLN y su Gobierno dejaron pasar una buena oportunidad para hablar de las políticas de izquierda, de “esas ideas que surgieron desde el inicio a favor de los más humildes”. En vez de ello, optaron por asumir el papel de víctima de las fuerzas oscuras de la derecha, cuya vocera sería la Sala de lo Constitucional, de unos embajadores injerencistas y de la prensa. Indudablemente, la oposición se esmera en presentarse como la gran solución ante el gobierno fracasado de la izquierda. Precisamente, esa era una poderosa razón para aprovechar la ocasión y disputarle la base social, pero no con diatribas que entusiasman a los convencidos y alejan a aquellos que habría que convencer. En lugar de dirigirse a su público, que ya está convencido y no necesita refuerzos, el aniversario era una ocasión para explicar las bondades de una política de izquierdas y así agenciarse nuevos simpatizantes. La ampliación de la base social debiera ser una prioridad, dado que el FMLN ganó la última elección por unos pocos miles de votos.
En lugar de la invectiva, una actitud en el fondo defensiva, el FMLN y su Gobierno pudieron haber hablado de los elementos fundamentales de una política de izquierda. Por ejemplo, pudieron plantear un pacto social y político de mínimos concretos, orientados a facilitar una vida humana. Un acuerdo de esta naturaleza es mucho más ambicioso que el pacto fiscal propuesto. No se trata solo de sanear las finanzas, sino de garantizar a las mayorías la satisfacción de sus necesidades básicas. En ese mismo sentido, pudieron declarar que, más allá del voto y la elección mediática, buscan potenciar la responsabilidad personal, familiar, social y política de la ciudadanía. Pudieron haberse comprometido a presentarle sus proyectos para conocer su opinión e incluso a modificarlos si su parecer es razonable.
En lugar de indicar a las bases qué deben hacer, hubieran podido proponer un diálogo constante con la ciudadanía, para no hablar solo con las élites política y empresarial. Ciertamente, el discurso de la dirigencia del FMLN afirma que “no hay cambio sin pueblo”, pero, en realidad, solo después de que ella le ha señalado al pueblo lo que tiene que pedir y por lo que tiene que luchar. El supuesto es que solo la cúpula sabe qué le conviene a la gente, que así queda reducida a correa de transmisión de sus órdenes. Pero un partido de izquierda debe desafiar a la ciudadanía para que participe y exprese su opinión pública real, la cual es muy distinta del apoyo acrítico, del discurso mediático e incluso del de las redes sociales.
Asimismo, pudieron haber explicado cómo la política de izquierda respeta rigurosamente la división de poderes del Estado, razón por la cual promueve y defiende la independencia del poder judicial y electoral frente a los partidos políticos, lo cual los lleva a rechazar el sistema de cuotas. Pudieron hablar de impulsar la descentralización administrativa del Gobierno, no tanto para delegar la gestión en el poder local, sino para que la ciudadanía, más cercana y mejor informada, vigile su ejercicio. También se pudieron comprometer con la creación de la carrera de la administración pública, basada en la formación, la experiencia y el mérito, no en la recomendación. Un compromiso que no puede faltar, dada la tendencia predominante, es que el partido de izquierda respeta y promueve la alternabilidad democrática y, en consecuencia, lucha para no caer en la tentación de perpetuarse en el poder, porque no es indispensable y porque la ambición desvía la atención de la prioridad política: un pacto de mínimos para que la gente viva humana y dignamente.
Pudieron explicar cómo la política de izquierda norma la responsabilidad social de la empresa, esto es, equilibra los beneficios percibidos por todos sus agentes; fomenta la participación del empleado en la gestión, supuesta la capacitación y la responsabilidad compartida; vigila la libertad de mercado y la verdadera concurrencia con la colaboración de la ciudadanía y sus organización sociales; e impulsa la propiedad cooperativa. Finalmente, también pudieron comprometerse a promover la aprobación de la ley del agua, a preservar la naturaleza nacional, a responder puntual y cumplidamente los requerimientos del juez que abrió la investigación sobre la masacre de El Mozote, a solicitar a Naciones Unidas el archivo del informe de la Comisión de la Verdad y a suspender la protección oficial a los exmilitares buscados por la justicia internacional. Propuestas y acciones no faltan si la izquierda toma la iniciativa. Pero el FMLN y su Gobierno perdieron una buena oportunidad para explicar qué significa hoy ser “revolucionario, democrático y socialista”.
Texto tomado de Noticias UCA