El mundo está cambiando y, por primera vez en décadas, parece que los salvadoreños hemos escogido ese camino de la modernidad. Francia, por ejemplo, escogió a un presidente joven, exitoso, que fundó y dirigió un nuevo movimiento político conformado por la sociedad civil y, por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial, evitó que cualquiera de las dos extremas ganara. Este nuevo partido se apoya de manera especial en las redes sociales y tiene la particularidad de aceptar las adhesiones de miembros de otros partidos y de no imponer ninguna cotización a quienes se adhieren al movimiento.
Ese modelo de inclusión, ese modelo horizontal de participación ciudadana, ese movimiento que busca generar altas participaciones de la ciudadanía es lo que logró este fin de semana Nuevas Ideas, liderado por Nayib Bukele.
Este fin de semana, se cayó el castillo de naipes que durante décadas habían construido ARENA y el FMLN. Se cayó el mito de que la popularidad de Bukele estaba construida con “troles”, que era imposible de que la gente pasara de los miles de “likes” a dar su firma, de que su apoyo sólo era en San Salvador, que a los jóvenes no les importa la política.
Pero el golpe más grande para los cúpulas de los dos partidos tradicionales es que finalmente se rompió el discurso de la confrontación, de la polarización, de que que si somos de derechas o de izquierdas, si somos terengos o arenazis. Después de la fiesta cívica de Nuevas Ideas, de la inmensa movilización ciudadana de este fin de semana, el único discurso válido es que si queremos progresar e ir hacia adelante, o si queremos seguir como siempre, de retroceso.
ARENA y el FMLN están construidos sobre la exclusión, es un rígido modelo vertical, obsoleto y desgastado. Es un modelo donde unos cuantos dirigen y toman decisiones sobre casi todos para beneficiar a todavía más pocos.
No es de extrañar, por ejemplo, que los 3 precandidatos de ARENA para estas elecciones hayan venido de la más poderosa élite económica del país y que los bandos más evidentes hayan sido ricos contra ricos y que, finalmente, el ungido sea el hijo del empresario que más aporta a las arcas de ARENA. En ARENA, se puede ser mediocre, ser puede ser un mal funcionario, se puede estar en la mira de las ciudadanos por evidente corrupción, pero mientras sea el hijo de alguien o el protegido de un funcionario, seguirá siendo un líder en ese partido.
El FMLN la palabra no es exclusión, sino una incluso más grave: intolerancia. La Comisión Política es intolerante a quien no tiene sus mismos paradigmas ideológicos, es intolerante a la crítica, es intolerante a las nuevas generaciones, es intolerante a la modernidad. En el FMLN, se puede ser mediocre, ser puede ser un mal funcionario, se puede estar en la mira de las ciudadanos por evidente corrupción, pero mientras alguien piense y es fiel a la Comisión Política se tienen grandes oportunidades de seguir siendo un líder.
Los fundadores de Nuevas Ideas, en cambio, son el reflejo de la actual sociedad. Sí hay empresarios, sí hay apellidos, pero sobre todo hay humildes vendedores de “cachada», hay adultos mayores que apenas subsisten sus últimos años con jubilaciones de miseria, hay jóvenes graduados universitarios que no conocen la dicha de tener un empleo o uno bien remunerado, hay gente olvidados por tener alguna discapacidad, hay mamás luchonas que les toca sacar solas su hogar adelante, hay emprendedores que llevan sus negocios bajo el flagelo de la renta, hay padres de familia con hogares asediados por las maras, hay gente de clase media que cada día ve como disminuye su calidad de vida, hay jóvenes que han vivido en el extranjero y que sueñan con hacer de El Salvador un mejor país, hay jóvenes que están pensando viajar de mojados por falta de oportunidades.
Las 200 mil personas que se afiliaron a Nuevas Ideas no llegaron a estampar sus firmas. Llegaron a dejar estampados sus sueños, esperanzas, anhelos y aspiraciones de un mejor futuro para ellos, sus familias, sus comunidades y para el país. En Nuevas Ideas no se puede ser mediocre, no hay espacios para malos funcionarios, jamás se puede estar en la mira de las ciudadanos por evidente corrupción, porque será la misma gente, los mismos 200 mil fundadores el mejor Tribunal de Ética de la historia de El Salvador.