La institucionalidad salvadoreña ha sido carcomida desde sus cimientos por el cáncer de la corrupción y la impunidad. En las dieciocho encuestas realizadas por la UCA, desde el año 2000, se muestra con perfecta claridad la progresiva desconfianza y la reprobación de la ciudadanía hacia unas instituciones que deberían protegerla y garantizar sus derechos y que, por el contrario, se han coludido en una prevaricación continuada para favorecer el interés exclusivo y voraz de las cúpulas económicas y partidarias.
El caso Saca ha sido la confirmación palmaria de esa concertación delictiva que comenzó a fraguarse desde el primer gobierno arenero, y que continuó hasta las dos últimas gestiones presidenciales del FMLN.
El robo de la extraordinaria cantidad de millones de dólares extraídos del erario público, desde 1989, no hubiera sido posible de ninguna manera sin la orquestación fraudulenta de la Corte de Cuentas, el ministerio de Hacienda, la sección de Probidad de la Corte Suprema de Justicia, la Superintendencia del Sistema Financiero, la Fiscalía General de la República, la Asamblea Legislativa y los bancos, entre otros.
La corrupción y la impunidad se convirtieron efectivamente en un cáncer que ha llegado a la fase de metástasis, y que es la causa del galopante deterioro de nuestros sistemas públicos de salud, educación y seguridad hasta llegar al borde la inviabilidad como país, al Estado fallido. Y en el centro de todo esto está lo que alguien ha calificado como el obsceno espectáculo de políticos corruptos nombrando en lo oscurito y tras bambalinas a los fiscales y magistrados de la Corte Suprema de Justicia que deben investigar y juzgar a esos mismos políticos.
En este contexto sombrío surgen dos propuestas lanzadas recientemente por el candidato presidencial Nayib Bukele, mismas que expresan o replican el clamor popular: la eliminación de la partida secreta de Casa Presidencial, y la instauración de una Comisión Internacional contra la Corrupción y la Impunidad en nuestro país.
En una de sus dimensiones principales la corrupción es un tema de costo y beneficio, y las medidas propuestas por Nayib Bukele garantizarían que ser corrupto en El Salvador deje de ser el más rentable de los negocios, tal como lo ha sido en los últimos seis gobiernos. No todo está perdido. El punto final a la trama de corrupción e impunidad está al alcance de las urnas.
Por Geovani Galeas