Las pruebas periódicas son esenciales para la detección temprana del cáncer y la lucha contra esta enfermedad. Al detectar el cáncer de mama en las primeras etapas, este suele ser mucho más tratable; pero, es importante poner especial cuidado en aquellas pacientes que tienen un riesgo mayor de padecerlo debido a sus antecedentes.
Mucho se habla que en mujeres jóvenes las mamografías pueden no ser necesarias, sin embargo, los expertos recomiendan que las conversaciones sobre el riesgo de padecer cáncer de mama deben iniciar con un médico de atención primaria desde que la paciente tiene 25 años, a modo de informar, prevenir y aprender a estar alerta a las señales del cuerpo.
Si una paciente tiene antecedentes familiares y factores de riesgo individuales, en ese caso, sí pueden ser necesarias las pruebas de detección adicionales a partir de los 30 años, incluidas por supuesto, las radiografías.
Las mujeres que tienen un riesgo elevado de padecer cáncer de mama, deben seguir pautas específicas. Pero ¿cómo saber si somos pacientes con un alto riesgo? Para dar respuesta a ese punto, se deben considerar los factores como los antecedentes familiares de cáncer de mama y/u ovario, mutaciones genéticas como BRCA1 o BRCA2 y también, antecedentes de radiación torácica.
También se deben tomar en cuenta a las pacientes que tienen síndromes genéticos específicos o pacientes que son diagnosticadas con mamas densas.
El chequeo médico regular, así como tener un médico de cabecera, es vital para contribuir a la detección temprana; de esta forma, el médico puede crear un plan personalizado teniendo en cuenta los factores de riesgo personales y seguir recomendaciones médicas específicas.
Está más que comprobado que la detección temprana del cáncer de mama puede salvar vidas, por lo tanto es importante tomar cartas en el asunto para que tanto pacientes, como proveedores de salud tomen medidas proactivas para el cuidado de la salud y bienestar.