La Selecta playera luchó hasta el final por obtener el boleto directo al Mundial de Fútbol Playa a disputarse en Bahamas en abril de este año. El partido se fue hasta la fatídica tanda de penales donde la aguerrida selección de Panamá venció 2 goles contra uno.
El partido inició muy igualado con oportunidades en ambas porterías, pero tanto el meta panameño Victoria, como el cuscatleco Ramos defendieron los tiros.
En el segundo período llegaron los goles, una falta convertida por Eber Ramos a treinta segundo de inicio, colocó el primer gol salvadoreño en el marcador del Malcom Park de Nassau, Bahamas.
Sin embargo, la alegría duró poco y cuatro minutos después, una serie de rebotes le dejaron el balón al delantero canalero Galvez que empató el encuentro. Sin más, así terminó el segundo tiempo.
Para el tercer -y último- período, el juventud y fortaleza panameña se empezó a imponer en la arena de juego y el talento de los punta canaleros tuvo su premio. Un control extraordinario de Rangel despistó a la zaga nacional y de un soberbio derechazo marco el 2 a 1 a falta de cinco minutos para el final.
El Salvador, a la épica. Corrían los minutos y el sueño del quinto mundial se escapaba para los guerreros de playa, la fortaleza del guardameta Victoria negaba los intentos de la azul y blanco. Pero apareció la experiencia y Agustín Ruiz se armó el escenario. Tomó la pelota, la lanzó hacía arriba y de chilena impactó el balón hacía las mallas de panameñas. Un minuto restaba. 2-2.
Los siguientes tres minutos de tiempo extra fueron puro trámite agónico que se llevó hasta los lanzamientos de penal. Y esta vez no pudo ser, la escuadra salvadoreña lanzó el primero y atajó Victoria, luego llegó el tiro de la marea roja que convirtió la ventaja. Elmer Robles daba esperanza anotando el segundo lanzamiento, pero el panameño marcó el segundo. Finalmente, llegó la última oportunidad, y el tiro esquinado a la base del poste izquierdo fue detenido por el cancerbero canalero. Panamá al mundial, la Selecta Playera, con el orgullo intacto, salía con la frente en alto del estadio, porque había dado a su afición una nueva lección de grandeza.