A causa de la pandemia de COVID-19, las pruebas de detección, el diagnóstico, el tratamiento y los cuidados complementarios del cáncer de mama se vieron afectados. En consecuencia, las personas diagnosticadas con esta enfermedad y las que presentan alto riesgo de padecerla se han encontrado en una situación particularmente difícil.
Los centros de atención sanitaria han adoptado prácticas de seguridad más estrictas para reducir el riesgo de exponer a las personas al COVID-19. De igual manera, se han cambiado muchos planes de tratamiento de cáncer para que las personas no tengan que pasar tanto tiempo en estos centros. Se espacian las consultas, se hacen cada vez más consultas por teléfono o en línea y se han acortado las hospitalizaciones después de intervenciones.
«Me preocupa que algunas mujeres aún posponen una mamografía de detección porque tienen miedo de contagiarse COVID-19», comenta la Dra. Kara-Lee Pool, radióloga mamaria de RAD-AID International en Los Ángeles. «Necesitamos hacerles saber a las mujeres que, siempre que ellas y el personal de los centros de imágenes sigan las precauciones básicas, como uso de mascarilla, lavado de manos frecuente y control de síntomas antes de llegar, el riesgo de transmisión en una zona sin picos es mínimo, y que los beneficios de la detección superan los riesgos».