#EspecialSemanaSanta: La agonía de Jesús en el Monte de los Olivos — El Huerto de Getsemaní

Por Redacción UH

En la profundidad de la noche, bajo la sombra de los olivos, el Salvador del mundo enfrentó la más amarga de las luchas: La Agonía de Jesús en el Monte de los Olivos. En el Huerto de Getsemaní, la humanidad del Hijo de Dios tembló ante el peso de los pecados de todos los tiempos, y aún así, en esa hora de tinieblas, brilló la luz de la obediencia y el amor más puro.

 

Oración a Jesús Agonizante en el Huerto de los Olivos

 

Oh Jesús, por la abundancia de tu amor, y para vencer nuestra dureza de corazón, derramas torrentes de tus gracias sobre aquellos que reflexionan en tu Sacratisimo Dolor en el Huerto de Getsemaní, y que difunden la devoción a ti. Te ruego que muevas mi alma y mi corazón a pensar a menudo, al menos una vez al día, en tu amarguísima agonía en el Huerto de Getsemaní, para comunicarme contigo y unirme a ti lo más estrechamente posible.
 
Oh Jesús bendito, tú, que llevaste la inmensa carga de nuestros pecados aquella noche, y los expiaste plenamente;concédeme el don perfectísimo de un completo amor arrepentido por mis numerosos pecados, por los que sudaste sangre.
 
Oh bendito Jesús, por tu lucha tan amarga en el Huerto de Getsemani, concédeme la victoria final sobre todas las tentaciones, especialmente sobre aquellas a las que estoy más sujeto.Oh Jesús sufriente, por tus agonías inescrutables e indescriptibles, durante aquella noche de traición, y por tus angustias más amargas, iluminame, para que pueda reconocer y cumplir tu voluntad; concédeme que pueda reflexionar continuamente sobre tu lucha desgarradora y sobre cómo saliste victorioso, para cumplir, no tu voluntad, sino la voluntad de tu Padre.
 
Bendito seas, oh Jesús, por todos tus suspiros en aquella noche santa, y por las lágrimas que derramaste por nosotros.Bendito seas, oh Jesús, por tu sudor de sangre y la terrible agonía, que sufriste amorosamente en el más frío abandono y en inescrutable soledad. Bendito seas, oh dulcísimo Jesús, lleno de inconmensurable amargura, por la oración que brotó en temblorosa agonía de tu Corazón, tan verdaderamente humano y divino.
Padre Eterno, te ofrezco todas las misas pasadas, presentes y futuras junto con la sangre de Cristo derramada en agonía en elHuerto de los Dolores de Getsemaní.Santísima Trinidad, haz que se difunda por todo el mundo el conocimiento, y con ello el amor, de la agonía de Jesús en elMonte de los Olivos.
 
Haz, oh Jesús, que todos los que te miran con amor en la cruz, recuerden también tu inmenso sufrimiento en el Monte de los Olivos, que sigan tu ejemplo, aprendan a orar devotamente y a luchar victoriosamente, para que puedan glorificarte eternamente en el cielo. Amén.
 
Esta oración nos invita no solo a contemplar, sino también a acompañar a nuestro Señor en su soledad, a ofrecerle consuelo con nuestra presencia espiritual, y a aprender a luchar con Él y como Él, en nuestras propias agonías y tentaciones.
 
Las promesas del Señor Jesús a los devotos de su agonía en Getsemaní
 
El Señor, en su infinita misericordia, ha prometido preciosos dones a aquellos que abracen y difundan la devoción a su agonía en el Huerto. Estas promesas son ríos de consuelo para el alma que busca vivir unida al Corazón Doloroso de Jesús:
 
1. Perdón y salvación: A todos los que recuerden su agonía con amor y devoción, al menos una vez al día, Jesús promete el perdón de todos sus pecados y la certeza de la salvación en la hora de su muerte.
 
2. Arrepentimiento profundo y eterno: A quienes hagan celebrar una misa en honor a su agonizante sufrimiento, les será concedido el don del arrepentimiento total y verdadero.
 
3. Éxito en lo espiritual: Aquellos que inspiren amor y devoción a esta santa agonía en otros recibirán éxito en sus propósitos espirituales.
 
4. Gracias especiales a los que difundan esta devoción:
• Victoria total y definitiva sobre la peor tentación.
• Poder directo para liberar almas del purgatorio.
• Gran iluminación y fortaleza para cumplir la voluntad de Dios.
 
Estas promesas son expresión del deseo ardiente de Jesús de que meditemos su sufrimiento silencioso y solitario, no por compasión superficial, sino por amor profundo, por identificación, por consuelo.

 
Una invitación a todos los fieles
 
Jesús nos llama, en medio del ruido del mundo, a entrar con Él en el Huerto. A contemplar su angustia, a velar una hora, a unirnos a su oración: “Padre, no se haga mi voluntad, sino la tuya”.
 
Que esta devoción, sencilla pero poderosa, se extienda como llama viva en los corazones y que al contemplar a Cristo agonizante en Getsemaní, seamos transformados en almas fuertes, humildes y profundamente unidas a su Voluntad.