A estas alturas, la gran mayoría de los salvadoreños estamos convencidos de que tanto el FMLN y ARENA han utilizado de manera sistemática las instituciones públicas para robar. Sólo basta mirar el destino de los tres últimos presidentes de nuestro país: Francisco Flores, muerto durante su juicio; Tony Saca, detenido en el sector 9 de Mariona; y Mauricio Funes, huyendo de la justicia para “asilarse» en Nicaragua. Tres gobiernos diferentes, dos partidos políticos distintos pero el mismo destino: un legado manchado y un país hundido, sin esperanzas.
Y el rosario de sinvergüenzadas en cada partido no tiene fin. Diputados actuales, líderes de gremiales, directores de ONG, vinculados a ARENA salpicados con los “sobresueldos” que recibieron durante 20 años. Sólo le damos vuelta a la foto y del lado del FMLN es exactamente igual. El caso del sobresueldo recibido por el ex fiscal Luis Martínez durante todo el gobierno de Funes y del actual presidente Sánchez Cerén es sólo la cereza más amarga de ese enorme pastel.
Mauricio Interiano y el resto del COENA ponen el grito en el cielo por la contratación de los familiares y militantes del FMLN para las carteras de estado, por el mal manejo y el despilfarro de los pocos recursos, porque el Ejecutivo no propone absolutamente nada para resolver los graves problemas del país pero, por ejemplo, callan sin pudor los mismos males que ocurren con Milagro Navas en la alcaldía de Antiguo Cuscatlán: despilfarro total, falta de proyectos reales y contratación de parientes. Antiguo Cuscatlán es el fósil viviente de todos y cada uno de los pecados cometidos en el pasado por ARENA.
El ejemplo del FMLN también es para llorar. Salvador Arias, respaldado por su dirigencia, exige a la Fiscalía que se investigue a 177 funcionarios de ARENA y que se les aplique la Ley de Extinción de Domino. Pero calla sin vergüenza que nombres en el FMLN como Sigfrido Reyes y Mauricio Funes hayan dejado detrás de sí un reguero de negocios obscuros; o que dirigentes como Luis Merino o el vicepresidente Ortiz sean mencionados en investigaciones contra el narcotráfico. El acto de Arias no es valentía, sino pura y simple politiquería barata sino se atreve a denunciar los pecados de su propio partido.
Otra muestra del descaro de las dirigencias es ignorar el llamado a la renovación en los partidos que hacen los líderes emergentes. En el FMLN, Nayib Bukele, y en Arena, Johnny Wright, están abanderando arriesgadas cruzadas personales para vencer los viejos paradigmas ideológicos, desterrar a los dinosaurios y acabar con la larga tradición de la corrupción. Sus esfuerzos, aplaudidos por los ciudadanos, son un incómodo llamado al oído adentro de cada partido.
Si el país está mal es culpa de nosotros. Vivimos en una ceguera partidaria en la que satanizamos la corrupción cuando es del otro partido, pero justificamos y aplaudimos si el que roba pertenece al partido con el que nos identificamos. Eso es la peor de las tonterías, por no decir otra palabra, porque recuerde que cada vez que alguien roba, los jodidos somos todos, incluyendo su familia, sus hijos y su trabajo.
¿Es usted un ciudadano del país de los tontos o es un salvadoreño de verdad? Si es de los segundos, deje de aplaudir sinvergüenzadas entonces.