La izquierda en El Salvador – el FMLN, mejor dicho – está en una situación de su historia reciente en la que no se había encontrado antes. La izquierda, hoy en día, es una realidad de contrastes, dos mundos con caminos opuestos y a veces hasta enfrentados, dos visiones con resultados muy diferentes sobre los salvadoreños.
En un lado, está la dirigencia de siempre, quienes ahora deciden los destinos de El Salvador desde el Ejecutivo. La cabeza más visible es el presidente de la República, Salvador Sánchez Cerén, quien sobresale precisamente por no sobresalir en nada. Una dirigencia de país cuyo mayor y único argumento es seguir echándole las culpas de los principales problemas del país a ARENA.
En el imaginario popular de la vieja izquierda quedaron los “20 años de ARENA” como la respuesta confiable para el grave problema de la inseguridad, para el fortalecimiento de las maras y el narcotráfico, para la falta de oportunidades en educación y en empleos. El viejo FMLN quisiera que todo se resolviera echándole la culpa al expresidente Francisco Flores y la desaparición de los 10 millones donados para los terremotos. Pero no se dan cuenta de que, en el imaginario de país, la gente ya le sumó a los 20 años de ARENA los “siete años del Frente”, donde su más reciente logro ha sido llevarnos al impago, a tener un presupuesto desfinanciado y, que como país, nos bajen nuestro calificación crediticia.
En el viejo FMLN todavía tienen sueños húmedos de que los salvadoreños vamos a aplaudir de ver que respaldan a Maduro en Venezuela y a Raúl Castro en Cuba. Nadie les ha dicho que ya hay una nueva generación de jóvenes para los que la palabra ideología es un mal chiste del pasado, algo así como un Dios adorado por hombres de las cavernas.
Del otro lado está el liderazgo del joven alcalde capitalino, Nayib Bukele, con resultados totalmente distintos en sus dos años de gestión. El ejemplo más evidente es su esfuerzo por rescatar el Centro Histórico de San Salvador, un reto que los anteriores alcaldes desistieron por intentar resolver, fracasaron o intentaron resolverlo a garrotazo limpio.
Pero también contrasta su visión de país y de mundo. Bukele no ha buscado el abrazo de líderes fósiles del pasado, ha buscado acercarse con figuras modernas, vanguardistas y que ofrezcan oportunidades no solo para la capital sino incluso para el país. Esta semana ha tenido encuentros con las alcaldesas de Madrid, Roma y París; el alcalde de Sevilla, con el que se logró un hermanamiento con San Salvador; y con el mismísimo Rey Felipe de España. Antes lo había hecho con el alcalde de Los Ángeles, en Estados Unidos, y otros líderes.
En ese mundo de contrastes, está una vieja dirigencia del FMLN que cree que van a volver a ganar las elecciones presidenciales llevando a un comandante o un líder fosilizado de hueso colorado de candidato; y está Bukele, que sabe que la única manera de ganar las elecciones, es resolviendo las necesidades históricas de país y conectando con los jóvenes, con los indecisos y con los desencantados con los viejos políticos.