Los autodenominados «defensores de la democracia» que tanto han criticado a El Salvador, acusando al país de vivir bajo una dictadura, guardaron silencio ante la disolución de la Asamblea Nacional de Ecuador, perpetuada por el presidente Guillermo Lasso.
En un claro ataque al Estado de Derecho de Ecuador, utilizando su fuerza armada y cuerpos de seguridad, el presidente Lasso no ha recibido ningún tipo de reprimenda de parte de aquellos que «luchan contra la autocracia».
Una ‘grave crisis política y conmoción interna’ fue el motivo dado por Lasso para asesinar con un decreto al Órgano Legislativo, el mismo que indagaba sobre la honradez del jefe de Estado.
Por otra parte, el presidente de Colombia, Gustavo Petro, mostró una preocupante actitud déspota al afirmar públicamente ser el jefe del Fiscal General, exigiéndole cumplir todas sus órdenes; nuevamente la comunidad internacional pasó por alto esta grave puñalada a la democracia.
No es primera vez que los «promotores de la democracia» olvidan sus principios buscando un beneficio propio; durante la crisis petrolera de Estados Unidos, el presidente de la nación norteamericana, Joe Biden, acudió a la ayuda del dictador venezolano, Nicolás Maduro, a quien ofreció reducir los bloqueos que impusieron en contra del país sudamericano a cambio de su apoyo durante la escasez.
Sin embargo, el Presidente de El Salvador, Nayib Bukele, sí ha sido atacado en constantes ocasiones por las estrategias que ha implementado para resolver los problemas del país, a pesar de los exitosos resultados que ha obtenido y del masivo apoyo de su pueblo y de habitantes de diversos países de América Latina.
Actualmente, el 92 % de los salvadoreños aseguraron que votarían nuevamente por el Presidente Nayib Bukele, pero para la comunidad internacional, cumplir la voluntad del pueblo es un peligro para la democracia.
¿Qué democracia defienden? ¿La que es impuesta por los poderes fácticos? Lo cierto es que la comunidad internacional ha demostrado atacar únicamente a países como El Salvador, que ya no están dispuestos a ser «su patio trasero».