Cuidado con los amigos de Carlos Calleja (Primera entrega)

Por Redacción UH

Reportaje especial de Geovani Galeas

A principios de noviembre de 2015, el señor Carlos Calleja recibió en San Salvador la visita de tres hombres con enorme poder político y económico a nivel mundial: el ex presidente estadounidense Bill Clinton y los megainversionistas globales Frank Giustra y Carlos Slim.

Aunque fue celebrada con gran bombo por de la derecha política y empresarial local, y por los grandes medios de comunicación tradicionales, esa visita era en realidad un serio problema para el señor Calleja y para El Salvador.

En principio, porque resultaba de muy mal gusto invitar a Frank Giustra, el mayor accionista de Oceana Gold Corporation, una empresa transnacional que en ese momento tenía demandado al Estado salvadoreño, ante un tribunal internacional por casi 300 millones de dólares, por no permitirle explotar en nuestro país un yacimiento minero en cuya exploración ya había invertido.

Dicha negativa se fundaba en la franca oposición por parte de las comunidades aledañas a la mina y de las organizaciones ambientalistas y de derechos humanos, así como de la iglesia católica. Según ellos, la minería metálica provoca daños irreversibles en la salud de la población y en la totalidad del medio ambiente, debido a la utilización de gran cantidad de toneladas de explosivos y de químicos altamente tóxicos, como el cianuro y el mercurio.

En realidad, esa es la convicción generalizada tanto en El Salvador como en América Latina y en todo el mundo, por lo cual ya no es posible pensar en proyectos mineros que no provoquen graves conflictos sociales. Y fue por eso que la visita de Giustra provocó protestas populares y la exigencia de que se le declarara persona non grata.

Pero no era solo ese el problema que aquella visita entrañaba. Lo verdaderamente grave para el prestigio del señor Carlos Calleja, y potencialmente para la política y la economía salvadoreña, radicaba en el hecho de que Bill Clinton y Frank Giustra estaban, y están aún, bajo serias sospechas de ser los principales promotores de una trama de corrupción política a nivel prácticamente planetario, bajo la cobertura de una organización supuestamente humanitaria y por tanto sin fines de lucro.

Los oscuros negocios de Clinton y Giustra

La polémica sobre la asociación del ex presidente estadounidense y del magnate minero comenzó en enero de 2008, cuando el New York Times reportó que, en el año 2005, Clinton y Giustra habían viajado a Kazakstán, donde Clinton intercedió para que el primer ministro de ese país, Nursultan Nazarbayev, otorgara a su amigo Giustra la concesión para explotar una mina de uranio.

Lo que el New York Times denunciaba en su reportaje era que, luego de conseguir aquella concesión, el magnate minero donó varios millones de dólares a la Fundación Clinton, como si se tratara de un pago por el favor político. De hecho, el título del reporte del NYT era el siguiente: “Después de pacto minero, inversionista hace donación a Clinton”.

Pero el escándalo sobre los favores políticos a cambio de dinero no paró ahí. Tres meses después, en abril, fue el Wall Street Journal el que publicó otra historia parecida. Ese periódico dijo que ese mismo mes de abril “el señor Clinton acordó para el señor Giustra un encuentro con el presidente colombiano, Álvaro Uribe Vélez”, y aseguró que el resultado de esa reunión fue la concesión a Giustra para la explotación de un campo petrolero en una operación cercana a los 250 millones de dólares.

El Wall Street Journal concluía su editorial con una pregunta mordaz: “Cuántos favores más debe hacer el señor Clinton para sus donantes”.

A estos cuestionamientos sobre los negocios Clinto-Giustra, en términos de sospecha de corrupción política, pronto se sumaron otros grandes medios como el Washington Post, ABC, Fox y USA Today. ¿Qué estaba ocurriendo?

En realidad, poco antes de esa oleada de denuncias, un escritor llamado Peter Schwiser, había hecho llegar a los departamentos de investigación de esos medios el manuscrito preliminar de un libro que publicaría después, y que causaría un gran sacudimiento político.

El libro llevaría por título “Clinton Cash” (“El dinero de los Clinton”), y tendría el siguiente subtítulo: Cómo y por qué gobiernos extranjeros y empresas ayudaron a Bill y Hillary a ser ricos”.

Aquí está el punto que de toda esta historia nos interesa a los salvadoreños, porque los presuntos actos de corrupción denunciados también atañen a “gobiernos extranjeros y empresas”. Esos oscuros negociados también beneficiarían bajo la mesa a los políticos y las empresas que, fuera de los Estados Unidos, en países como Kazakstán, Colombia y muchísimos más, incluyendo a El Salvador, se han involucrado en proyectos conjuntos con Clinton y Giustra.

 

¿Por qué publicar ahora este reportaje?

Pocos meses antes de abrirse la campaña electoral de 2009, publiqué un libro titulado “Grandezas y miserias de una guerrilla. Historia de una matanza”. Se trataba de un extenso reportaje que relataba, apoyado en múltiples testimonios directos, el asesinato de más de mil combatientes revolucionarios a manos de sus propios compañeros durante la guerra civil.

La organización insurgente responsable del hecho era la denominada Fuerzas Populares de Liberación Nacional, FPL, cuyo máximo dirigente era Salvador Sánchez Cerén, candidato a la vice presidencia de la República en aquella elecciones de 2009. Algunos no entendieron el sentido de aquella publicación y alegaron que se trataba de un ataque oportunista a un candidato de izquierda.

Tuve que explicar muchas veces mi posición al respecto: quien sea que le pida el voto a los ciudadanos, sea de derecha o de izquierda, está obligado a dar cuenta pública de su trayectoria, ideas y planes. Está obligado a dar las explicaciones que la ciudadanía le exija, sobre todo si se trata de hechos poco a nada transparentes relacionados a su pasado o a su presente. Este punto es irrenunciable para mí y creo que debe serlo para toda la sociedad. Es un tema de higiene política.

Pues bien, ahora el señor Carlos Calleja, precandidato presidencial del partido derechista ARENA, amigo y al parecer socio del tándem Clinton-Giustra, dados los antecedentes que ya he relatado y que ampliaré en las próximas entregas de este reportaje, debe dar las respectivas explicaciones sobre ese asocio. No es nada personal en absoluto, como he dicho, es una cuestión de ética y de higiene política.

Ocurre que los permisos previos para el mencionado proyecto minero fueron otorgados precisamente bajo la administración presidencial de ARENA, pese a la abierta oposición de las comunidades afectadas, las organizaciones ambientalistas y de derechos humanos y la iglesia católica. Ocurre que el señor Giustra perdió se demanda millonaria contra el Estado salvadoreño, pues finalmente el tribunal internacional nos dio la razón. Ocurre que, en marzo de este mismo año, la Asamblea Legislativa emitió una ley para prohibir la minería metálica en nuestro país.

Pero también ocurre que al voraz señor Giustra, al parecer, no le gusta perder en sus meganegocios y que, también al parecer, con una pequeña ayuda de su amigo Clinton, es capaz de acomodar las leyes de cualquier país en su propio beneficio, sobre todo si es amigo o socio del presidente de turno. Y, bueno, el señor Carlos Calleja muy bien puede eventualmente convertirse en presidente de El Salvador.

En ese hipotético caso, ¿estaría el señor Carlos Calleja dispuesto a negarle un pequeño favorcito a sus amigos Clinton y Giustra? En nuestras próximas entregas contaremos que solicitar ese tipo de favores a cambio de ciertas prebendas, para presidentes y grandes empresario, es un patrón de conducta para los Clinton y los Giustra.