La semana pasada Twa Ing Web, presidenta de Taiwán, recibió a Nayib Bukele. La foto, imagen en donde sale una mandataria de un país de ese nivel dándole un status nunca visto a un alcalde de San Salvador, nos da una lectura entre reglones: Desde hace años El Salvador ha perdido relevancia en el escenario internacional, tanto a nivel político como económico.
El presidente de la República, Salvador Sánchez Cerén, se ha limitado casi exclusivamente a respaldar a sus socios políticos en la región, como Daniel Ortega, en Nicaragua; Raúl Castro, en Cuba; Nicolás Maduro, de Venezuela; y otros tantos de la misma parroquia como Evo Morales (Bolivia) y Rafael Correa (Ecuador). Sus reuniones, muchas de ellos en contexto de cumbres multilaterales, con líderes como Obama, Peña Nieto y el rey Felipe VI han quedado solo en la foto del acto protocolario y en un buen apretón de manos, sin resultados tangibles para sus países.
Cuesta ver en este gobierno del FMLN a alguien con la suficiente autoridad y peso en el panorama internacional como, por ejemplo, sostener una posición firme contra alguien de la talla del nuevo presidente de Estados Unidos, Donald Trump. ¿Qué pasaría si Trump lanzara una iniciativa que perjudicara a nuestros compatriotas que viven en ese país? ¿Quién tuviera la autoridad y la relevancia en este gobierno de plantarle cara o de llevar una negociación a buen término? De sólo pensar el ridículo que haríamos asusta.
ARENA, como oposición política, están peor. El otrora poderoso partido de derecho, con aliados en todo el hemisferio, han hecho lo imposible por no ser tomados en cuenta. Entre sus cuadros, financistas y dirigencia cuenta con notables y exitosos empresarios, pero ninguna ha sido capaz de ser la cara visible para atraer inversiones a El Salvador, de ser la cara de país así como lo es Carlos Slim lo es para México.