La noche del 28 de diciembre la agente de la Policía Nacional Civil (PNC), departía con sus compañeros en la fiesta de fin de año, sin imaginarse que Juan Josué Castillo Arévalo, miembro del extinto Grupo de Reacción Policial (GRP) la asesinaría pasada la medianoche de aquella fatídica fecha.
Primero Ayala fue dada por desaparecida, y comenzó su búsqueda a nivel nacional, pues las autoridades suponían que había sido raptada por su compañero. Fue hasta 266 días después, el 7 de septiembre de este año, que sus restos fueron localizados en el cantón Los Hornos, de San Francisco Javier, Usulután, según confirmó en su momento, el director de la PNC, Howard Cotto.
Sin embargo, el feminicidio de Ayala es, a estas alturas, un asesinato que ha quedado impune, ya que el presunto autor de su muerte, el agente Castillo Arévalo, aún continúa prófugo de la justicia.
Y aunque se publicó la difusión roja por parte de la Policía Internacional (Interpol) y ofrecido una recompensa a cambio de información del victimario, hasta la fecha no ha sido localizado ni en El Salvador ni en otros países, donde se supone que habría huido tras cometer el hecho. Las autoridades suponen que el asesino aún está vivo y que podría estar escondido en México, Honduras o Guatemala.
Ayala estaba destacada en la Unidad Disciplinaria de la PNC de Apopa, y había sido invitada por algunos de sus compañeros a disfrutar de la fiesta navideña, que tuvo lugar en las instalaciones del GRP.