Hace dos años, uno de los momentos más esperados por los seguidores del mártir salvadoreño monseñor Óscar Arnulfo Romero llegó: fue beatificado ante cientos de miles de devotos y presidentes de varios países reunidos en la plaza Salvador del Mundo, en San Salvador.
La beatificación se concretó cuando la reliquia de Romero, consistente en la camisa ensangrentada que vestía el día de su asesinato, flores y una palma que significa «la victoria de los mártires», fue incensada por el cardenal Angelo Amato, el enviado especial del papa Francisco.
Ese día, los asistentes no pudieron contener la emoción. Muchas lágrimas de alegría rodaron en varios rostros, surgieron los aplausos y los gritos, mismos que inundaron la plaza, que desde horas de la madrugada comenzó a llenarse se los cientos de miles de devotos de «San Romero de América», como se le llama desde hace muchos años al hombre que predicó la verdad y veló por los más necesitados. Por lo que se tornó célebre por su prédica en defensa de los derechos humanos.
El arzobispo mártir de El Salvador fue asesinado el 24 de marzo de 1980 por escuadrones de la muerte, mientras ofrecía una misa en la capilla del hospital de La Divina Providencia, en la colonia Miramonte de San Salvador. Un disparo hecho por un francotirador desde un vehículo, impactó en su corazón momentos antes de la Sagrada Consagración. Tenía 62 años de edad.