16 años has pasado luego de que un 13 de febrero del 2001, fecha de luto y dolor para muchos salvadoreños, la fuerza de la naturaleza nuevamente se pusiera de manifiesto en El Salvador, al presentarse por segunda ocasión otro terremoto, cuya afectación se concentró en los departamentos de: Cuscatlán, San Vicente y La Paz.
Este segundo sismo registró una magnitud de 6.6 en la escala de Richter, cobrando la vida de al menos 400 personas, aumentando el luto y dolor a nivel nacional, si se toma en cuenta las muertes dadas por el terremoto del 13 de enero de ese mismo año.
El país entró en un autentico caos, debido a que también la red vial que conecta a las tres zonas del país, principalmente en el sector paracentral, sufrió severos daños, imposibilitando la libre circulación del fluido vehicular, además infraestructuras escolares, eclesiásticas, hospitalarias salieron con la misma suerte.
Ante ello, el presidente de turno, Francisco Flores, informaba al país y a nivel internacional el estado de calamidad, pues las cifras del segundo siniestro se cuantificaron así: 400 muertos, 330 heridos, 41,302 casas destruidas y 252,622 damnificados.
Los 20 segundos del terremoto del 13 de febrero, terminaron de desnudar la realidad salvadoreña, que dejó en evidencia la vulnerabilidad del país; una situación preocupante, si se toma en cuenta la ubicación geográfica de El Salvador, la cual le ha valido ganarse el sobre nombre: «El Valle de las Hamacas».
Respecto a los afectados directos del sismo, el tiempo les ha sido su mejor aliado para olvidar los daños sufridos, sin embargo las secuelas continúan, pero con la esperanzas que un día serán superadas en su totalidad.