-Ya tengo trabajo.
-¿Adónde?
-En el Ministerio de Obras Públicas.
-¿Y ahí de qué?
-De motorista
-¡Ah! ¿De verdad? ¿Y qué vas a hacer?
-Manejar camiones.
-Nombre, ¿cómo vas a creer? Eso solo los hombres lo hacen. ¡Estás loca!
Estas fueron las palabras que Rosa Imelda, la única mujer motorista de maquinaria pesada del Ministerio de Obras Públicas (MOP), encontró cuando le dijo a su familia que había conseguido un empleo para demostrarle a la sociedad que un trabajo “típicamente designado a hombres” lo puede hacer una mujer también.
Desde que comenzó a trabajar en el MOP, ha roto muchos paradigmas que la sociedad salvadoreña, caracterizada por ser altamente machista, ha impuesto a las mujeres y hombres. Ella afirma que muchas personas se sorprenden al ver una mujer manejando camiones pesados.
Rosa se encuentra aislada en una tierra inhóspita para las mujeres, sin embargo está conquistando nuevos terrenos, derrumbando muros y abriendo nuevos caminos para todas las mujeres de El Salvador.
Afirma que su tiempo en laborando en un sector donde solo hay hombres no ha sido una tarea fácil. Mientras relataba su experiencia, Rosa se encontraba en un comedor descuidado, terminando de almorzar y con su bolsita de maquillaje a un lado. En ese lugar habían otras mujeres, pero atendiendo el chalet y no como empleadas de campo del MOP.
“Aquí en esta área hay muchas personas que dejan mucho que desear. Esta área es el mismo entorno de la educación que les dieron a los hombres”, contó Rosa con un semblante serio, mientras narraba cómo ha sido ser mujer en tierra de hombres.
Rosa, como muchas mujeres, sufrió abuso psicológico por parte de su esposo durante muchos años. Su esposo fue el primer obstáculo para cumplir un sueño que desde pequeña había tenido, que era manejar maquinaria pesada.
El proceso para conseguir la licencia pesada T comenzó como una necesidad para ayudar en el negocio de camiones de su esposo. La falta de empleados competentes hizo que Rosa tomara la decisión de someterse a las evaluaciones sin comentarlo a su pareja.
Rosa cuenta que desde pequeña aprendió a manejar camiones por lo que conseguir la licencia no fue mayor reto. Eso sí, sus evaluadores no podían creerlo.
Luego de cumplir el primer paso, llegó a su casa orgullosa por su logro. Cuando se lo contó a su esposo, reaccionó enojado, contrastando con la alegría que ella sentía. El machismo lo cegó y terminó por arruinar su matrimonio.
Pero no iba a permitir que ese incidente fuera el fin de sus sueños. Entre risas dijo que eso no significó el fin del mundo, y era una oportunidad para demostrarle a la gente y a su esposo que podía seguir adelante sin su ayuda.
Por ello, dejó atrás su abnegado trabajo de pastelera para convertirse en un orgullo para el MOP, para el ministro Gerson Martínez y para todas las mujeres.
Rosa Imelda ha demostrado que puede sacar adelante a sus cuatro hijas y echarle en cara a una sociedad machista que no existen trabajos «solo para hombres».